No soy un psicópata, pero mis dos padres son psicópatas, así que de alguna manera crecí mirando el mundo de dos psicópatas, sin tener una idea muy clara de cómo era la vida fuera de la burbuja.
Solo me di cuenta de esto cuando salí completamente de mi situación familiar.
Salí de la burbuja y comencé a vivir mi propia vida, y mi ptsd comenzó a darme flashbacks de experiencias que había bloqueado totalmente de mi mente.
Vi a mis padres ponerse y quitarse las máscaras diariamente. Cuando se quitaban las máscaras, solían abusar de mí, física, sexual, verbalmente, para ahuyentar sus frustraciones y problemas y disfrutar de mi angustia. Nunca se hizo con violencia, siempre con frialdad, de manera persuasiva, bajo la forma de ayuda o apoyo.
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Cuando se pusieron sus máscaras, yo era un niño feliz en una familia normal con padres amorosos. Mi papá, el bullicioso y extrovertido, siempre tenía algo de qué hablar y le encantaba beber. Mi mamá, la ama de casa trabajadora, en la cocina con los niños. Teníamos una casa bonita, un gran césped y una propiedad boscosa detrás de la casa.
Siempre me mantuvieron cerca y me enseñaron que su forma de ver el mundo era la correcta, la normal. Así que a medida que maduraba, alrededor de los 11 o 12 años, comencé a adquirir el hábito de ponerme y quitarme la “máscara”. Todo esto condujo al desarrollo de un trastorno de personalidad disociativa, un montón de ansiedad y depresión, así como voces en mi cabeza que me decían qué hacer. No hace falta decir que me institucionalizaron a los 14 años, pero logré liberarme y cambiar mi vida.
Desde entonces me he dado cuenta de que muchas personas son genuinamente amables, cariñosas y emotivas.
Lo siento si esto es demasiado serio, o si no fue en absoluto lo que estaba buscando, pero me dio ganas de escribirlo.