Los rencores permanentes viven simbióticamente con confusión mental y dificultad para concentrarse en asuntos importantes. Los viejos hábitos que nos anclaron en las redes de seguridad ya no se mantienen. La caída libre es inminente y existe en el limbo surrealista.
La desorientación le sucede al alma del “yo”. Hay una sensación de desvanecimiento, de nuestro ser personal aquí. Tal pérdida de coordinación bajo la influencia de rencores es un shock para las conjunciones internas.
Pérdida de la auto-continuidad egoica y significa perder el enfoque. La preocupación por los rencores es impulsada por el pánico con el deseo de sentir que necesitan controlar en lugar de rendirse.
¿Por qué, entonces, sucumbir a los arrebatos emocionales, a los rápidos cambios de humor, a los episodios no provocados de dolor, a la ira o a la depresión, cuando todo el UNO REALMENTE desea, por tranquilidad, meditación y soledad en la naturaleza? Ahora hay pérdida de patrones mentales reactivos cíclicos que se disuelven. Es decir, la mente se vuelve más silenciosa. El cuerpo tiene menos tensión y es tranquilo y relajado. Los rencores son hábitos compulsivos y autodestructivos. Una vez que se borran los bloques y se cambian las estructuras, existe una ecuanimidad permanente del estado trascendental. Hay menos ambivalencia, y una es más centrada. Un propósito más simple nos conduce a una Mente que es silenciosa.