Imagina que corres una carrera contra otra. El otro no está interesado en correr y simplemente camina por la pista. Tú, por otro lado, quieres correr, quieres que el otro te pruebe, te estire, quieres ganar y para eso tienes que vencer al otro. Pero el otro no está corriendo, es tan frustrante para ti, la ausencia de competencia te niega la recompensa de ganar.
En realidad, no entiendes a nadie que no responda a la necesidad competitiva. Tal postura parece irreal, incluso no normal. Los seres humanos conservan un instinto innato: el ascenso más rápido, más fuerte y más valiente hasta la cima, piensa en la teoría de Darwin de la supervivencia del más apto.
Junto con su deseo de probarse a sí mismo es el de provocar al no corredor a la acción. Usted necesita que el otro actúe para que pueda esforzarse, nuestros competidores también son nuestros estimulantes.
La competencia más importante que cualquiera de nosotros tiene es con nosotros mismos. El desempeño hoy mejor que nosotros ayer es el progreso, el éxito, la victoria. Estamos mejor definidos por eso que por lo bien que vencemos a otros.
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