Primero, es importante reconocer que una considerable minoría de estadounidenses son extraordinariamente ignorantes. Estas son personas que no tienen una comprensión real de la historia, la política, la economía, la geografía, la ley o las comunicaciones. Sin la capacidad de pensar críticamente, comparar los hechos con su propio inventario mental de conocimiento o aplicar incluso el análisis más somero a los eventos y patrones que se desarrollan en el mundo que los rodea, están en manos de sofisticados manipuladores. Estas son las personas a las que se refirió Donald Trump cuando dijo que amaba a los no educados y que, según las encuestas, lo aman de nuevo. La campaña presidencial de Trump fue producto de un cabildero político homosexual detestable, detestable y odioso que se odia a sí mismo, llamado Roger Stone. Stone y su progenie política, que incluye a su ex compañero Paul Manafort, eran veteranos experimentados de utilizar el miedo, los sentimientos de victimización, indignación, ira y divisiones para movilizar a los estadounidenses ignorantes y no sofisticados para que voten a los republicanos. Uno de los objetivos clave de los ataques puntiagudos de Stone siempre ha sido un grupo amorfo denominado “élites”, “académicos”, habitantes de las torres de marfil y los llamados “expertos”.
A medida que se hace cada vez más obvio que Donald Trump es un completo charlatán, y aparece un mecanismo psicológico llamado disonancia cognitiva. La realidad comienza a entrar en conflicto con sus creencias fundamentales. América no parece volverse grande otra vez. De hecho, el presidente está bajo el asedio de la policía, es moderado en su propio partido y está siendo rígido por otros líderes internacionales. Los ignorantes que votaron por Trump se vuelven aún más enojados, incluso menos racionales. Alimentados por la desinformación de Fox News y otros, se vuelven más estridentes en la creencia de que están siendo robados de su premio político por medios de comunicación críticos con su presidente en quiebra. Culpan al mensajero, en este caso a la CNN. Están indignados con la CNN, que su querido líder llama FAKE NEWS y la prensa liberal mentirosa.
A medida que la presidencia de Trump continúe con su espiral de muerte, habrá más y más expresiones de rabia. Los musulmanes en Estados Unidos ya no son seguros por los merodeadores partidarios de Trump. Cualquiera que tenga un buen conocimiento de la historia ya entiende cómo el 10 de noviembre de 1938 puede volver a suceder, esta vez en Estados Unidos.