Todas las cosas deben pasar, todas las cosas deben pasar.
Escuché esta canción tocando en algún lugar al regresar del trabajo hoy.
De repente, mil recuerdos de años atrás volvieron a inundarme. Un fervor de emoción entrelazado con cada uno de ellos.
Imágenes molestas era. Uno tras otro, como en una película. Tener una memoria visual puede ser una pesadilla a veces.
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Y justo cuando pensaba que era imperturbablemente consciente.
Nostalgia. Tú malvado, malvado.
Aún haciendo a un lado mi vehemencia, traté de continuar con mi rutina.
Sin embargo, la canción estaba en caché en mi memoria ahora. No lo pude superar todavía.
Tengo una relación extraña con mi nostalgia. Cada vez que decide golpearme, me vuelve emocional e ingenuamente vulnerable a incidentes pasados y me arroja lo más lejos posible de la atención plena.
Los seres humanos tienen un tremendo poder para desviar voluntariamente el tren del pensamiento en sus mentes de una ruta a otra. Pero la mente es obstinada cuando está abrumada.
Con la emoción. O el pensamiento. O idea
Así, la mente desarrolla su propio camino para rebelarse. Y eso se llama rumia.
La rumia dice que hay que seguir la misma línea de pensamiento hasta que la mente ceda ante el cambio en la ruta.
Combato la rumia con mis escritos. ¿Debemos escribir sobre qué es la rumia?
¡O la pintura! ¿Qué tal si pintamos a un chico introspección?
O la fotografía. Fotografiemos a alguien en su estado de ánimo pensativo.
Insinúo la creatividad en mí desde mi rumia.
Transformo mi rumia en arte.
Porque la rumia, como todo lo demás, debe desaparecer.