Hay tres problemas con esta idea de que todos obtienen un trofeo de participación y todos ganan:
- Hace un mal trabajo preparando a los jóvenes para las duras realidades del mundo donde no siempre ganan y se les dice que son especiales. La tarea más importante en la infancia es prepararse para la edad adulta y aprender a ser responsables de sus acciones, cómo anticipar y enfrentar las consecuencias de sus acciones y elecciones, cómo tomar buenas decisiones, cómo tener éxito, cómo manejar la decepción, cómo lidiar con y superar las dificultades y pérdidas, etc. El enfoque del “trofeo para todos” hace un trabajo increíblemente deficiente al enseñar las lecciones necesarias. Veo a muchos adultos jóvenes que nunca han tenido que enfrentar la adversidad o lidiar con la derrota y cuando finalmente les sucede, están absolutamente devastados. No tienen idea de cómo superarlo o lidiar con él, y tienden a desmoronarse en lugar de saber cómo levantarse, desempollarse y volver al juego.
- Perder en algo es un gran motivador. Si te quedas corto en un concurso, te motiva a practicar más, a trabajar más duro ya descubrir qué necesitas hacer para mejorar y tener una mejor oportunidad de ganar la próxima vez. Obtener un trofeo por perder no motiva a la mayoría de las personas a esforzarse más.
- Perder también puede ser una excelente manera de descubrir en qué no eres bueno y ayudarte a avanzar hacia campos donde puedes tener más éxito. Ninguno de nosotros es bueno en todo. Encontrar lo que hace bien y dedicar la mayor parte de su tiempo y esfuerzo a esas áreas es una de las cosas más importantes que todos debemos descubrir. Oí a un comediante una vez decir: “Si pruebas para el equipo de baloncesto y descubres que apestas, te hace decir a ti mismo: ‘Hmm, ¡tal vez debería trabajar más duro en matemáticas!'”.