Tome medidas preventivas que frustrarán el hábito en el momento de su ejecución inconsciente.
Ejemplo:
Conocí a alguien con tricotilomanía. Su cara estaba cubierta de cicatrices similares al acné porque constantemente se recogían la cara, a menudo sin siquiera darse cuenta.
Acudió a un terapeuta cognitivo-conductual, quien no solo llevaba un diario de ansiedad para registrar cuándo y con qué frecuencia ocurría el comportamiento, sino también para usar guantes en todo momento. Los guantes hacían imposible escoger su cara de manera efectiva. Fue difícil adaptarse al principio, pero finalmente se acostumbró (supongo que ayudó que los guantes fueran elegantes). Después de unos meses de esta acción preventiva, finalmente ya ni siquiera necesitaba los guantes, ya que el patrón se había roto.
Otro ejemplo de la parte superior de mi cabeza: bocadillos compulsivos. ¿La medida preventiva? Eliminar el bocadillo en cuestión y reemplazarlo con una botella de agua (o una alternativa más saludable). La memoria sensorial se cumple, pero el objetivo de la compulsión es menos destructivo.
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De esta manera, no le estamos pidiendo a nuestro cerebro que permanezca constantemente alerta sobre el exterminio de un cierto hábito, tales esfuerzos a menudo fracasan (ver: hacer dieta). En cambio, estamos tomando medidas más amplias para alterar efectivamente el entorno en el que los hábitos prosperan.
He utilizado esta y otra vez en mi vida con gran éxito.