Ser diplomático significa saber cuándo hay que ser sincero y cuándo mantenerse cerrado.
Debe mantener un equilibrio entre ser duro con la cara de las personas que piensan que necesitan escucharlo, y ser dulce con la cara de las personas pensando que no es necesario que lo escuchen de usted.
Necesitas filtrar tus pensamientos antes de convertirlos en palabras. Piensa en la persona, en la situación; piensa cómo tu dicho algo afectaría a la otra persona ya ti también.
A veces, pensamos que ser francos nos dejaría una carga de la mente. Pero luego nos sentimos muy mal por haber lastimado a la otra persona. Simplemente nos hace sentir culpables. Podemos darnos cuenta de que, al contrario de lo que pensábamos antes, no valía la pena dejarlo todo en manos de otra persona. Luego, otras veces pensamos que deberíamos mantener la boca cerrada y dejar que la otra persona sea o haga lo que quiera. Eso puede convertirnos en felpudos para la otra persona, que podría caminar sobre nosotros cuando lo deseen.
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Así que ya ves, el equilibrio es la clave; y cada combinación de una situación única y una persona única requiere una clave única. Por lo tanto, ser diplomático es poder localizar la clave correcta.