Me han diagnosticado TDA, depresión mayor, trastorno obsesivo compulsivo, ansiedad generalizada, trastorno de estrés postraumático y anorexia y bulimia nerviosa. Si le hubiera dicho más a mi psiquiatra, la lista probablemente nunca terminaría.
Y solo tengo 17 años.
Mis enfermedades mentales han impactado significativamente mi vida. Por un lado, tuve que dejar la escuela secundaria y mi cuerpo también sufrió. Pero en mi opinión, lo más doloroso de una enfermedad mental es sentirse totalmente fuera de control. Es tan aterrador experimentar que harás casi cualquier cosa para hacer que ese sentimiento desaparezca, ya sea usando una adicción, autolesiones, etc. Es como un ciclo de infierno.
Pero se pone mejor. Y aquí es donde se revelan los beneficios de tener una enfermedad mental.
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En terapia, aprendí a entenderme. Aprendí de dónde venían las raíces y las reacciones de las emociones desencadenantes. Aprendí a pensar racionalmente cuando mi cabeza me decía que hacia arriba estaba abajo y abajo que arriba. Y estoy muy agradecido por estas lecciones.
La terapia y, especialmente la terapia de grupo, es lo que me ayudó a controlar mis sentimientos y mi vida en común. Me dio una perspectiva, y ahora entiendo por qué soy así y cómo puedo ayudarme a mí mismo de una manera positiva. Mi esfuerzo durante el tratamiento de una enfermedad mental me permitió desentumecerme y empezar a vivir.
Además, mi familia se ha acercado. La terapia familiar y la terapia familiar de grupo (muy recomendable) permite que todos tengan voz. Está mediado por un terapeuta, por lo que no hay partidos de gritos involucrados. Mi familia ahora entiende mis enfermedades y eso ha hecho una gran diferencia. Me encanta sentirme capaz de estar abierto con mis padres. Hace apenas unos años no podíamos estar en la misma habitación sin que se desatara una terrible lucha. Ahora, mis padres son mis mayores apoyos.
La terapia de grupo me mostró que no estoy sola. Esta es una de las cosas más reconfortantes que me he dado cuenta. Tengo un sistema de apoyo de otras niñas que también se están recuperando de enfermedades mentales. Ser capaz de enviarles mensajes de texto cuando estoy teniendo dificultades o simplemente tener un amigo que entienda es una bendición.
También he aprendido a apreciar la felicidad. Después de tocar fondo, sé lo que es no querer despertarme porque el dolor físico de estar tan triste es una agonía, pero después de pasar eso, atesoro los buenos tiempos. Sé que en la vida no todas las experiencias se llenarán de alegría, y eso refuerza las felices. He aprendido a ser agradecido y ser empático. Todos están pasando por algo y el mundo es duro para todos.
Lo mejor que viene de tener una enfermedad mental es poder conquistar algo tan poderoso. Cuando miro mi futuro, me siento bien porque ya he pasado por el infierno y he vuelto. Ahora, cuando la vida lanza una bola curva a mi manera, estoy lista, y podré tratarla con positividad y gracia.
Nada bueno viene de una enfermedad mental, excepto lo que aprendes mientras te curas. Es un viaje entre tú y tú.