La respuesta corta es que los terapeutas luchan con casi cualquier cosa con la que alguien más lucha: ansiedad, depresión, etc. El hecho de que alguien haya adquirido habilidades que le permitan tratar una dolencia psicológica particular no significa que sea inmune a esa dolencia. La excepción es que es poco probable que los terapeutas tengan un trastorno como la esquizofrenia, que generalmente comienza durante la adolescencia y la edad adulta temprana, ya que esas enfermedades pueden ser incapacitantes e interferir con la preparación académica para la terapia o para otras carreras. Sin embargo, sí conozco a terapeutas u otros profesionales con trastornos psicológicos graves que, de alguna manera, superan su educación y trabajan con éxito como terapeutas o en otras profesiones (véase, por ejemplo, The Center Cannot Hold por Elyn Saks).
Más específicamente, los terapeutas que trabajan con clientes con historias particularmente traumáticas (por ejemplo, abuso infantil, etc.) están en riesgo de “trauma secundario”, es decir, se ven tan afectados después de escuchar las historias dolorosas de los clientes que se vuelven menos eficaces para ayudar a sus clientes y encontrar sus propias vidas impactadas negativamente. Esto a menudo se puede prevenir si los terapeutas obtienen supervisión o visitan a sus propios terapeutas cuando es necesario. También ayuda tener una vida personal equilibrada: no trabajar horas excesivas, tomarse vacaciones, controlar sus propios niveles de estrés.