Hoy intentaba arreglar un cajón de la cómoda que siempre se está rompiendo y, en un momento dado, me sorprendí murmurando improperios y pensé: ‘¿Por qué diablos estoy jurando? ¿Espero que el cajón me escuche y empiece a cooperar?
De acuerdo con la hipótesis Frustración-agresión, la agresión es el resultado de bloquear, o frustrar, los esfuerzos de uno por alcanzar una meta.
Parte de esto puede tener que ver con el aprendizaje social y el refuerzo del comportamiento. En el pasado, las manifestaciones de agresión pudieron haber sido respondidas por el entorno social de una manera que disminuyó la frustración, reforzando así el comportamiento. Ejemplos: (1) Un perro gruñe a otro perro cuando se acerca a su comida, y el otro perro se aleja. (2) —Alguien te pellizca, y cuando gritas “Detente”, dejan de pellizcarte. Podemos jurar en un aparador porque en algún nivel esperamos que el cajón comience a cooperar.
Sin embargo, parte de esto puede ser menos condicionado y más innato. La agresión reactiva tiene una larga historia evolutiva que se remonta a las adaptaciones antipredadoras y al desarrollo del sistema de lucha-huida. Cuando estamos estresados, nuestros cuerpos entran en un estado emocional en el que tenemos más probabilidades de agredir. Las ratas atacarán a otras ratas cuando estén en shock. Su agresión no termina el choque, por lo que técnicamente no tiene ningún sentido. Pero estas son respuestas evolutivamente antiguas. Son crudos y primitivos.
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