No soy de ninguna manera el mejor orador que existe, pero definitivamente he mejorado mucho con respecto al niño introvertido y tímido que era en mis días escolares. Estas son cosas que me ayudaron a subir al púlpito y expresarme con confianza.
1. Cree en lo que dices.
Esto es quizás lo más importante que determina qué tan buen orador puede ser. Esto es lo que separa a los oradores promedio de los más influyentes. La confianza y la fuerza que uno deriva de la creencia pura e irrevocable en lo que se dice es lo que infunde fe y respeto para el orador entre la audiencia.
Obviamente, no hace falta decir que nunca diga, defienda o defienda algo en lo que no tiene una creencia del ciento por ciento.
2. Leer mucho, analizar aún más.
Para hablar objetivamente incluso sobre los temas más típicos, se requiere una gran comprensión de esto. Una sola frase de un libro que lea debe provocar diez nuevas ideas y preguntas. Con una discusión tan inmensamente subjetiva y crítica con uno mismo, hablar objetivamente sobre un tema se vuelve más fácil y ayuda a que uno se mantenga preciso y sólido.
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3. Anota tu proceso de pensamiento
Considere escribir para ser como un pensamiento fuerte.
Siempre tuve este problema donde no podía expresar algo de una manera que otros pudieran apreciar de la mejor manera posible. Nunca salió como pretendía. Eventualmente encontré una solución. Comencé a escribir cada proceso de pensamiento, cada idea, cada pregunta que encontré. Con el tiempo, tuve más confianza y empecé a encontrar mejores formas de expresar mis opiniones.
4. Identifique su audiencia
Siempre hay que tener en cuenta que la oración es un fenómeno bidireccional. La asimilación de lo que se dice depende inmensamente de quién está escuchando. Un buen orador siempre tiene una evaluación precisa de la audiencia. Lo que se debe decir y cómo debe ser siempre debe determinarse teniendo en cuenta la demografía, el intelecto y la orientación de la audiencia.
5. Escucha.
Por último, creo firmemente que para ser un buen orador, uno tiene que ser un buen oyente. Escucha a los oradores más influyentes que ha visto la historia. Estar abierto a las ideas, preguntas y lo más importante de la crítica. Una cosa más, escuchate a ti mismo, literalmente. Esto le ayudará a mejorar no solo su lenguaje corporal, sino que revelará muchas más deficiencias en su elocución que cualquier crítico.
Así que eso es todo, supongo. Lee, escribe, escucha y luego expresa tu corazón.