23 de febrero de 1989 – 27 de abril de 2040.
Una cosa que definitivamente no quiero saber es cómo voy a morir. Saber que esta información limitaría drásticamente las aventuras con las que planeo llenar mi vida.
- Accidente automovilístico: me aterrorizaba cada vez que tuviera que subirme a un vehículo.
- Ahogamiento: me encanta el océano y siento que cada baño podría ser el último que me llevaría la alegría.
- Asesinato: mi confianza en cada ser humano habrá sido destruida.
- Caer desde una gran altura: la espera de este tipo de muerte sería una tortura. Mi miedo a las alturas ya es un detrimento para mi existencia, pero saber que así es como me iré de esta tierra sería una pesadilla ineludible.
- Veneno: mi opción de comer fuera se iría para siempre, al igual que la simple alegría de aceptar el gesto de un café o una comida casera de la mano de cualquier otra persona.
- Fuego: Amo el fuego tanto como el siguiente pirómano, pero mi existencia extinguida por las llamas no es exactamente un pensamiento pacífico.
Creo que he hecho mi punto. Muchas personas probablemente dirían que sí cuando se les pregunta si les gustaría conocer su inevitable método de desaparición, pero si realmente lo piensan, ese conocimiento es el ingrediente perfecto para una vida llena de ansiedad. Tanta felicidad se agotaría si un aspecto de tu vida quedara fuera de los límites debido a la remota posibilidad de que el tiempo sea el último.