Según un físico, todas las interacciones, incluidas las interacciones psicológicas, pueden derivarse de un proceso físico.
No iré tan lejos como los demás para sugerir que hay leyes que son tan simples como las leyes del movimiento que gobiernan el comportamiento humano, aunque la excelente serie de ciencia ficción Foundation , de Isaac Asimov, explora las consecuencias de una ciencia humana. comportamiento exacto a un nivel de población que se extiende de cientos a miles de años en el futuro
Sin embargo, señalaré que todos nosotros somos máquinas moleculares, de alguna manera. Como objetos físicos, nuestros procesos internos siguen las leyes de la física.
Por ejemplo, las señales nerviosas viajan entre ciertos nervios utilizando un segundo mensajero químico, un neurotransmisor. Ese químico debe viajar a través de un hueco lleno de líquido para llegar a la otra célula nerviosa, para continuar propagando la señal.
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Los movimientos de esos neurotransmisores se rigen por las propiedades físicas de la difusión y el movimiento molecular. Podemos usar esa información para ayudar a cambiar el comportamiento cuando no es deseable, como en la depresión.
Se teoriza que una deficiencia del neurotransmisor de serotonina contribuye a la depresión. Podemos cambiar la cantidad de serotonina disponible en el cerebro al disminuir la destrucción de la molécula. Degradación más lenta = más transmisor disponible, y los síntomas de depresión pueden mejorar.
No estamos totalmente seguros del mecanismo exacto, pero estamos trabajando en eso.
Sin embargo, surge un problema mucho más interesante entre el comportamiento y la física.
¿Cuánto libre albedrío tiene un pinball?
Si conociera el movimiento de la bola cuando se disparó desde su canal, el ángulo de la superficie de juego, la fricción entre la bola y los objetos en los que colisionó, podría predecir el movimiento de la bola con una precisión arbitraria ( leer: casi perfectamente para el no físico).
¿Qué tan diferentes somos de pinballs, realmente? Este tema del determinismo ha afectado a los físicos durante miles de años antes de Newton. El propio Einstein estaba preocupado por la naturaleza indeterminada de las pequeñas partículas, como lo demuestran las teorías de la mecánica cuántica, afirmando que “Dios no juega a los dados con el mundo”.
En algunos niveles, los sistemas son bastante deterministas. ¿Cómo jugaríamos al pinball o al hockey o al fútbol si los objetos no se movieran de manera predecible? El quid del problema filosófico del determinismo reside en el libre albedrío.
Algunas investigaciones sobre la naturaleza de la conciencia están tratando de resolver eso. Estos estudios son realizados por neurofisiólogos, que estudian el comportamiento físico de los sistemas neuronales. Puede suceder que descubramos que el cerebro actúa de manera determinista y, si conocemos todos los factores que lo influyen, podemos predecir su comportamiento con un nivel de precisión arbitrario.
Ese será esencialmente el fin del libre albedrío. Tendría implicaciones asombrosas para los sistemas económicos, el gobierno y la pena de muerte.