Fallé en un tema durante mi cuarto semestre de ingeniería. Era junio de 2011, pasaba la mayor parte de mi tiempo negándolo. Nunca pensé que tendría que enfrentar la verdad. Seis meses después, todo se derrumbó y tuve que pasar los próximos seis meses en casa sin nada que hacer.
Tuve que prepararme para un solo tema, el que odiaba y no pude aprobar tres veces. Era molesto Quería una salida y no tenía una. Lloré. Fue mi primer fracaso y estaba convencido de que me arrepentiría por el resto de mi vida.
Lo gracioso es que pasé los seis meses aprendiendo más que en los dos años y medio anteriores de la universidad. Aprendí cosas, perseguí mis intereses. Fue empoderante. Hice lo mejor del tiempo que tuve y pude aprender lo suficiente sobre el tema también. En junio de 2012, aprobé el examen y cuando ingresé a mi tercer año, sabía más de la mitad de mi plan de estudios. Me llené de alegría. Hice proyectos en menos de un día y ayudé a otros con los suyos también.
Aunque no me dieron el poder de decidir, ciertamente tenía el poder de sacar lo mejor de mi situación, lo que creo que hice. Esa es la forma más fácil de convertir un arrepentimiento en una decisión correcta, sacar lo mejor de lo que tienes.