Genética y neurociencia: básicamente, hemos empezado a arañar la superficie de cómo la genética funciona e interactúa con el medio ambiente, y sabemos aún menos sobre cómo funciona la estructura física de los rasgos en las redes neuronales. Algunas preguntas perennes sobre la culpabilidad criminal, la identidad y el libre albedrío se desorganizan con la nueva información sobre la genética. ¿Qué significa cuando alguien que no era originalmente un pedófilo aparentemente puede convertirse en uno después de una lesión cerebral, como en un caso reportado por el Dr. Oliver Sacks? Si podemos ver similitudes en los cerebros de los psicópatas, ¿eso comienza a impactar la noción de culpabilidad criminal? Si llegamos al punto donde podemos señalar un rasgo en la arquitectura neuronal y luego podemos manipularlo, ¿cambiará eso la forma en que vemos el libre albedrío?
Más allá del conocimiento mismo, existen otras enormes cuestiones éticas planteadas por la manipulación genética. ¿Daremos finalmente a los padres la posibilidad de seleccionar ciertos rasgos para su descendencia? ¿Qué impacto tiene eso en la capacidad de libre albedrío en sus descendientes? ¿Estará eso disponible solo para los ricos, y esto fortalecerá la desigualdad en la sociedad? No tenemos respuestas a muchas de las cuestiones éticas apremiantes planteadas por la genética y la neurociencia, ni en la teoría ni en la ley.