Cuando veo a un hijo dejar a sus padres en un hogar de ancianos, siento que el mundo me necesita.
Cuando veo a los baratillos de la calle que comentan y miran a la niña que pasa, siento que el mundo me necesita.
Cuando veo que las personas que entran en un templo y beben galones de leche en una piedra pero pasan junto a un mendigo sentado en las escaleras del mismo templo apáticamente, siento que el mundo me necesita.
Cuando veo que las personas promueven sus creencias rudimentarias como “cultura y tradiciones”, siento que el mundo me necesita.
Cuando veo gente luchando y dividida por región, religión, casta y color, siento que el mundo me necesita.
Cada vez que puedo hacer sonreír a alguien, siento que el mundo me necesita.
Me siento así porque sé que soy diferente. Si yo estuviera en lugar de esas personas, habría hecho las cosas de manera diferente, para hacer de este mundo un mejor lugar para vivir.
Yo sería otra gota de tinta en este océano. Como muchas otras gotas que están haciendo su parte para dar a este océano, un mejor color.