Mi hija tenía 9 años cuando le dijimos que tengo (con un esfuerzo continuo, eso es “tenido”, ya que actualmente no cumplo con los criterios) del trastorno de personalidad límite.
No teníamos elección porque había aterrizado en un hospital psiquiátrico.
Fue la sorpresa de descubrir que tenía que ir al hospital, eso fue lo más difícil para ella.
Le enseñamos sobre los síntomas, lo que significaban las cosas de una manera que ella podía entender. Me aseguré de que ella no entendiera que la enfermedad era culpa suya. Y lo que es más importante, le enseñamos a no tomar en serio a las personas enfurecidas en Internet, que han sido devastadas por alguien con BPD. (Están tratando de ser útiles, pero desde un lugar, semi-irónicamente, muy similares a las personas enfurecidas con BPD).
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Los niños son más comprensivos y se aferran menos al estigma que muchos adultos.
En parte debido al estigma en torno a esta enfermedad, quiero dejarlo claro. Había muchas emociones con las que no sabía cómo lidiar. Tuve un comportamiento muy dañino y podría ser manipulador, etc.
A pesar de todo eso y de llegar al punto del diagnóstico, de ninguna manera abusé de mi hija. Aprendí de mi abuso cómo no tratar a los niños.
No tenía la intención física ni de perjudicar a mi ex esposa. No grité ni amenacé nada. Puede que me haya manipulado de otras maneras y haya sido difícil con su paciencia, etc.
Lamento no haber estado en ese momento, ser más capaz de demostrar buenas habilidades de afrontamiento y brindar el mejor ejemplo para mi hija. Lamento que ella haya captado algunas de mis dificultades con la depresión, el trastorno de estrés postraumático y la ansiedad. Lamento que ella haya adoptado algunas de mis filosofías personales que pueden hacer que la vida sea un desafío (es decir, el perfeccionismo del estilo límite).
No me arrepiento en absoluto de cómo la trato en general. No me arrepiento de que ella me vea persistir en mejorar mientras sigo siendo yo misma.
No me arrepiento de que ella sepa