Porque tiene sistemas diferentes, no todos en la misma página en cuanto a lo que está sucediendo. Algunos se basan en el pensamiento, otros se basan en la emoción; algunos son “avanzados” y otros son muy primitivos.
Por ejemplo, durante una actuación (y asumiré musical), tu mente puede percibir que hay peligro aquí: todos se reirán de mí si me equivoco, o no obtendré la beca a menos que toque esto a la perfección.
La parte emocional y primitiva de ti dice “¡Entiendo el miedo y el peligro! ¡No sé si es un tigre o un león, pero necesitarás toda la fuerza posible para el combate o correr muy rápido!” Y así se prepara el cuerpo para esas actividades entre otras cosas, dejando caer mucha adrenalina en tu sangre. Tu pulso se acelera, tu respiración se vuelve superficial y tus extremidades temblan Todos son justo lo contrario de lo que necesitas para jugar bien. Pero, ¿cómo debe saber ese sistema emocional? surgió cientos de miles de años antes de que se pensara en los pianos, ¡incluso antes de que fuéramos humanos!
La realidad puede ser más sutil, pero ese es el meollo del problema: las reacciones automáticas a la forma en que percibimos nuestra situación, que no necesariamente satisfacen nuestras necesidades. Parte de la solución radica en ajustar nuestra percepción a las cosas, como cambiar nuestro enfoque de atención en la sala de conciertos de la audiencia, o el jurado, a mi querida abuela que siempre amó oírme tocar, murió el año pasado, pero ella murió. Me hubiera encantado estar aquí. Pensaré, y jugaré, solo para ella.
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O podríamos adaptarnos al hablar de las cosas, desarrollando una percepción más realista, que es “¿Qué es lo peor que realmente podría pasar?” estrategia. Funciona.
Puedes encontrar un pensamiento más formal sobre esto buscando terapia cognitiva.