No puedo explicar cómo alguien más puede curarse, solo sé cómo pude mejorar. Despacio. Esto puede no aplicarse a nadie más que a mí mismo.
Lo primero fue que me di cuenta de que podía lanzarme un ataque de pánico. Con el tiempo, me quedó claro que me lo estaba haciendo a mí mismo y lo había estado haciendo durante mucho tiempo. Las cosas que me decía a mí mismo en mi mente, me estaban haciendo entrar en pánico. Tratar de detener el pánico lo empeora. Temer el pánico lo provoca. El primer paso para salir de un agujero es dejar de cavar. Debo haberme dicho “estás bien” unas mil millones de veces.
Si alguien me hubiera dicho todo eso, me hubiera sentido como si estuvieran “culpando a la víctima”, pero darme cuenta de ello era importante. Como Dorothy, el poder estuvo conmigo todo el tiempo.
El pánico es un ciclo, y no solo se detiene, sino que, al igual que el impulso físico, es posible reducir la velocidad, cambiar de dirección y, finalmente, detenerse. Como contrarrestar el impulso físico, se necesita trabajo. Utilicé visualizaciones, como el viento soplando escombros, o frenando un fuego. Usé frases como “estás bien” y “está bien” una y otra vez.
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La biorretroalimentación simple, como contar respiraciones y latidos del corazón, ayudó. En realidad, ayudó mucho, y lo uso aún cuando me siento ansioso, pero no tocó la causa subyacente.
Desearía poder explicarlo de una manera que ayude a otros, pero cuando me dolía, no podía escuchar nada. Las personas intentaron ayudar, los grupos de terapia, los terapeutas individuales, los medicamentos, los amigos, pero nada ayudó en realidad hasta que algo cambió en la forma en que lo abordé en mi mente.