Pocas instancias?
Hay un manual completo del profesor de Stanford, John Perry, que discute los méritos de la dilación.
Algunos que recuerdo, y en realidad he experimentado:
1) Procrastinando en una fecha límite de asignación, solo para descubrir que la fecha límite se retrasa, y brindarle más información sobre cómo resolver el problema asignado.
- Cómo mejorar mis habilidades de observación
- ¿Cuáles son los métodos para aumentar su concentración o desarrollar interés?
- Cómo convertirse en un mejor aprendiz verbal.
- Cómo entrenarme para concentrarme en más de una cosa durante un día o un mes
- ¿Qué es un buen libro para ayudarme a amarme?
2) Procrastinando la escritura de una carta de presentación para una solicitud de trabajo, solo para encontrar que el puesto de trabajo está en espera. (No puedo recordar si dolió más de lo que alivió)
Estadísticamente, si se demora mucho, encontrará fácilmente algunos casos en los que el acto (o el acto de la misma) realmente resultó beneficioso (cuanto mayor sea el tamaño de la muestra, más serán los valores atípicos: P)
Advertencia: No permita que esos pocos casos sean una justificación para su continua pereza. El hábito puede darte felicidad o alivio instantáneos, pero no vale la pena a largo plazo.
Fácilmente descartaría los ejemplos anteriores, pero es difícil perdonarse a sí mismo por perderse la fecha límite de ingreso de un instituto académico muy buscado, solo porque uno no tenía ganas de responder algunas preguntas introspectoras. 😐