La respuesta no es algo que pueda ser escrito. Creo que hay dos preocupaciones principales con las que uno debe lidiar simultáneamente para sentir el potencial de ser humano:
a) Desencadenando el yo del pasado: se trata de una resolución continua del pasado. Una y otra vez, una identidad de formas humanas que se convierte en una “prisión de sí mismo” cuando la mente busca defender y perpetuar esa identidad. Estos conceptos fijos del yo actúan como un filtro, creando una visión de túnel que distorsiona la percepción y los valores, limitando la posibilidad y generando ansiedad de supervivencia. El verdadero ser surge de nuevo en cada momento, no es algo que se pueda almacenar en la memoria como ideas sobre quién eres.
b) Servicio a los valores verdaderos: el verdadero yo es la fuente de valores universales y atemporales. Uno no puede ser fiel a sí mismo sin afinidad y servicio a esos valores: si la vida es vacía y sin sentido, o si se trata de mí, de mí y más de mí, no podré entender quién soy o qué es lo importante.
Estos dos procesos trabajan de la mano, descargando el apego al yo anterior y al mismo tiempo reubicando el yo futuro en el momento, y cuando ese tren se está ejecutando, puedes sentir las vastas posibilidades inherentes a ser una persona completa, completamente viva y ardiendo con una pasión por ser consumido por el flujo de lo que es bueno y verdadero. Es mucho más allá de lo que el lenguaje puede describir que casi no tiene sentido intentar expresarlo.
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Quieres detenerte y sacudir a cada persona que pases diciendo: “¡Aquí … pide prestadas mis gafas por un momento!”, Pero por supuesto eso es imposible. Ellos tienen que encontrar el suyo propio.