¿Cuál es la correlación entre hablar con uno mismo y dividir?

Para responder a esta pregunta, busqué el término “división” en psicología. Según Wikipedia:

La división (también llamada pensamiento de todo o nada en la distorsión cognitiva) puede significar dos cosas: división de la mente y división de conceptos mentales (o pensamiento en blanco y negro). Lo último es pensar puramente en extremos (por ejemplo, bondad contra maldad, inocencia contra corrupción, victimización contra opresión, etc.), y puede considerarse una etapa de desarrollo y un mecanismo de defensa. En el psicoanálisis, existen los conceptos de división del yo así como división del ego.

Todos hablamos con nosotros mismos, sin excepción: conduciendo un automóvil, leyendo un libro o caminando y caminando. Sin embargo, la conversación meditativa con uno mismo es creativa, mientras que la división refleja personalidades inseguras que prosperan con conceptos claros e inflexibles.

En las enseñanzas del rabino Nachman de Breslov, “hitbodedut” es una conversación con Dios, como si Dios fuera una persona. Lo practiqué y me di cuenta de que Dios está dentro de mí. Describí la experiencia en un blog corto: Hitbodedut: hablar conmigo mismo.

Lo siento, no tengo ninguna referencia. Mi respuesta se basa en varias décadas de experiencia de vida y algo menos de trabajo para descubrir cómo y por qué hacemos lo que hacemos.

Cualquier comportamiento ocurre a lo largo de los vectores de frecuencia y amplitud. Estos ocurren entre una gran cantidad de factores ambientales. Cuando la frecuencia y / o la amplitud alcanzan un punto en el que tiene una amplia gama de impactos negativos, produciendo un negativo neto, se convierte en un comportamiento perjudicial.

Considere el impacto de: gritar su discusión a todo pulmón, en una sala de cine; mantener su discusión en una voz normal todos los días en el trabajo; visualizar a otra persona que proporciona respuestas y aconsejarle que tome acciones socialmente inaceptables.

Hablar con uno mismo es una forma común de resolver la disonancia cognitiva. Hecho de una manera que no cree situaciones negativas está perfectamente bien hasta que la frecuencia o la amplitud interfieran con las funciones diarias que benefician su existencia.