Antes de que se desarrollara el judaísmo monoteísta, las personas de la región (y casi en todas partes) eran paganos que adoraban los ídolos. Sus chamanes transmitieron, de uno a otro, siglos (¿milenios?) De “conocimiento espiritual” acumulado: ideas sobre la psique humana. Sabían cómo influir y controlar a las personas a través de la superstición. Estos ganchos en la psique humana se incorporaron a las religiones abrahámicas.
El más frecuente entre estos fue, quizás, el sacrificio de sangre: ofrendas a Dios (s) para apaciguarlo y obtener su favor. A medida que el monoteísmo echaba raíces, se abandonaba la adoración de ídolos. Pero el motivo de chivo expiatorio del sacrificio de sangre fue retenido. Era un gancho demasiado poderoso para rendirse. Con el nuevo pacto de Jesucristo, el motivo del sacrificio de sangre se incrementó hasta su manifestación final: Dios en la carne, sacrificado en la cruz.
El símbolo de la cruz se engancha en nuestros mitos y patologías más profundos, más primitivos y subconscientes. Su atractivo, a lo largo de los siglos, es innegable. Es un meme poderoso para el adoctrinamiento cristiano. No sería raro que tu amigo, inconscientemente, quisiera infectarte con eso. De hecho, deberías esperarlo.
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