Observé a mi padre sufrir a través de años de deterioro de la salud, diálisis, 3 trasplantes de riñón, 3 ataques cardíacos, 2 accidentes cerebrovasculares y finalmente murió el día que cumplí 13 años. Lo único que me enseñó la experiencia, y no puedes creer lo agradecido que estoy por ello, es no temer a la Muerte.
La muerte es una parte natural de la vida, inevitable, y para aquellos que la sufren, es un alivio, un fin para atormentar. Una liberación del infierno viviente que aferrándose a la vida se ha convertido para ellos. La posibilidad de dejar esa carga es un regalo para aquellos que sufren, independientemente de lo que creas que puede o no venir después para ellos.
Para la mayoría de las personas, creo que su miedo a la muerte está en su núcleo, es simplemente el miedo a lo desconocido. Nadie sabe lo que podemos esperar, por lo que podría ser inquietante imaginar el fin de la propia existencia. Tengo la ventaja de haber visto a la vida convertirse en un destino peor con la muerte, esta experiencia, combinada con cierto conocimiento de que la muerte nos llega a todos, me permite dejar de lado ese miedo.
También llegué a comprender que la tristeza asociada tan a menudo con la muerte, realmente pertenece a los vivos, no a los muertos. La tristeza que sentimos es porque alguien que fue parte de nuestras vidas se elimina para siempre, y en el momento de la realización, nuestro mundo se vuelve un poco más pequeño, un poco más oscuro, un poco más frío por la ausencia de rostro familiar, ojos brillantes y cálidos. abrazo.
Nunca lloré demasiado por mi padre después de su muerte porque sabía lo mal que estaba antes del final. Sin embargo, años más tarde, lloré cuando me di cuenta de que no estaría en mi graduación, y si alguna vez ocurrían, no estaría presente en mi boda ni en el nacimiento de ningún nieto.
También me di cuenta de la verdad: todos moriremos, queramos o no.
Así que la elección se convierte en: vivir para hoy, hacer lo mejor que pueda e intentar ser feliz, tratar de hacer felices a los demás o paralizarse por el miedo y la tristeza, y pasar todos los días desde entonces hasta ahora temblorosos por cada dolor que la imaginación pueda conjurar. La elección no es una opción para mí: estoy vivo, y mientras viva, me alejaré del miedo, y cuando la muerte me reclame, lo saludaré como un viejo amigo y parte de este mundo en paz.
¿Cómo no estar triste sabiendo que vas a morir algún día? O peor, ¿cómo no te entristeces al saber que puedes sufrir y sentir mucho dolor antes de morir un día?
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