Todos quieren dinero. Después de que uno lo tiene, se supone que debes sentirte culpable por los menos afortunados. Se supone que compartir es la idea, como en el eslogan: “Comparta la riqueza” Cuando muestra su riqueza, y hay personas menos afortunadas, es más difícil, o debería ser ver a las personas con menos. Hay límites a lo que uno puede hacer, pero debería tener algún impacto en su empatía. La mayoría de la gente trata de equilibrar eso con un esfuerzo filantrópico.
La culpa es su Jiminy Cricket a bordo que le permite saber que no es congruente con su comportamiento y creencia. Algunos tratan de aplacarlo entregándolo todo. Tenemos algunos millonarios de lotería instantánea que muestran que esto no funciona. Otros acumulan su alijo y se elevan lejos de cualquier riff-raff para que no dejen que la emoción los toque. Se vuelven fríos. La película Boxtrolls intenta conseguir eso con los snobs de queso con sombrero blanco.
Todos tienen que encontrar el equilibrio en sí mismos de lo que es caridad legítima para sí mismos y lo que les corta el alma. La culpa es la campana que te dice que prestes atención.
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