Somos un producto de nuestros ambientes, para bien o para mal.
Como animales altamente sociales, gran parte de nuestra toma de decisiones diaria tiene que ver con las influencias sociales de los demás, y nuestro propio deseo de percibirnos y proyectarnos de cierta manera.
Las teorías actuales de la psicología social sugieren que el valor y la preferencia (es decir, la “motivación”) son aspectos de la autoimagen. A modo de ejemplo, ¿qué me motiva a visitar quora y responder a su pregunta? Me veo a mí mismo como un poco experto en psicología (es decir, es parte de mi autoimagen), y también me veo a mí mismo como alguien que comparte conocimiento. Y, entonces, estoy motivado a actuar de maneras que refuercen o proyecten esa imagen propia, para bien o para mal. Es la misma motivación que me lleva a leer libros y artículos de psicología, o incluso a valorar una perspectiva psicológica de su pregunta.
A esa pregunta, lo que cambia es tu imagen de ti mismo, a un factor de la acumulación de tus experiencias personales, pequeñas y grandes, sociales o internas. Si observamos el efecto de esas experiencias durante largos períodos de tiempo, los cambios parecerán dramáticos, pero puede estar seguro de que son una acumulación de experiencias más pequeñas en el camino.
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El elemento social es muy fuerte. Es importante entender cuán poderosa es la influencia social sobre nuestras emociones. Los que nos rodean pueden influir en nuestras percepciones de valor y preferencias de una manera muy subconsciente, y únicamente a través de las palabras que dicen o cómo actúan; por lo tanto, las personas con las que elige estar cerca tienen un impacto masivo en la forma en que sus valores y preferencias cambian con el tiempo.