Existe una relación inversa entre proyección y visión.
La proyección se basa en una “fantasía omnipotente e inconsciente” que todos compartimos, que podemos evacuar o absorber objetos “mentales”, de la misma manera que podemos hacer objetos físicos (como recoger comida e ir al baño). “Omnipotente” se refiere a la creencia de que “pensar” y “desear” pueden hacer que ocurran cosas en el mundo. “Inconsciente” se refiere a la idea de que ignoramos que tenemos esta creencia.
El efecto de estos procesos proyectivos es experimentar lo que se proyecta como algo que está fuera de nosotros, y más particularmente, como perteneciente a otra (s) persona (s). De ello se deduce que a medida que proyectas imaginativamente más y más de tus propios contenidos mentales, cada vez te das cuenta de que estas ideas, sentimientos y cualidades te pertenecen.
Nunca somos conscientes de este proceso inconsciente directamente, pero si somos tolerantes con nosotros mismos, podemos ser conscientes del resultado; es decir, podemos reconocer más tarde que hemos juzgado mal algo o alguien, y que, por ejemplo, hemos criticado a una persona o personas por algo que podríamos haber hecho nosotros mismos.
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Si somos menos tolerantes con nosotros mismos, es más difícil “recuperar” las proyecciones no deseadas, y nuestros procesos proyectivos tenderán a aumentar para “mantener fuera” las partes del yo que tememos poseer.