Primero tienes que desarrollar un vocabulario emocional más allá de “Me siento bien”, “Me siento mal”. Si no tienes las etiquetas, no puedes adjuntarlas a las experiencias. Busque “una lista de emociones” en Google y vea las docenas de emociones matizadas que la gente puede tener. Luego comienza a buscar en tu mente las experiencias que describen las etiquetas. Enfoque su atención no en su cabeza sino en el área desde el pecho hasta el estómago para identificar sus sentimientos.
Por cierto, no hay absolutamente nada de malo en describir tus sentimientos con analogías y metáforas. Una vez hice un ejercicio en el que a las personas se les pedía que escribieran las palabras “Yo soy …” en un pedazo de papel 20 veces y completaran la oración. Todos menos una persona escribieron cosas como que soy un hombre, tengo 21 años, soy un hijo, etc. Un estudiante, un jugador de fútbol, cuando llegó su turno dijo: “Creo que lo hice mal”. Hubo risitas cuando la gente pensaba en el estereotipo del “jinete tonto”. Le pedí que leyera lo que tenía y tenía 20 metáforas como: soy un cuchillo caliente cortando mantequilla, soy un águila volando sobre una llanura vacía, Soy una ola rompiendo en una playa rocosa. Veinte hermosas metáforas. Los otros estudiantes se sorprendieron. Las hembras del grupo se “enamoraron” al instante de este enorme y corpulento joven con alma de poeta. Y yo, el maestro, solo lo recuerdo de ese grupo ahora casi 50 años después.