Para empezar, mi primer consejo es olvidar esta estrategia. Los prólogos se consideran cliché. Sería mejor que te presentaran al personaje y sus rasgos a lo largo de la novela si fuera necesario.
Introducir rasgos de carácter de una sola vez es lo mismo que un volcado de información. Los has visto. Por lo general, incluyen configuraciones en las que el autor describirá el mundo entero y su historia en varias páginas. Cuando llegas al final ya los has olvidado a todos. ¿Por qué? Porque los detalles no son memorables a menos que se inserten durante la acción de la escena y sean aplicables a esa acción y escena. Lo mismo se puede decir de tu protagonista. El hecho de que se chupó el pulgar cuando era un bebé y aún mastica los bolígrafos como resultado significa poco cuando se cuenta al principio, pero en una escena donde el personaje, de hecho, mastica un bolígrafo y reflexiona por qué lo hace, se vuelve mucho más memorable.
Salta el prólogo. Desarrolla tu personaje como va la historia.
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