Las principales transiciones de la vida abren territorios desconocidos, por lo que, en el caso de ser diagnosticados con trastorno bipolar o mental, ¡nos encontramos en el reino del juicio, el estigma, la autocompasión y hasta la vergüenza!
Perder el contacto visual con otras personas que quizás no han sido identificadas por tener una visión empática suele ser el proceso que la mayoría de la salud mental sufre hasta que se realiza algún tipo de ajuste. Es un fenómeno atemorizante para el individuo que conoce su lugar en algún tipo de clase que implica la falta de recursos humanos para sostener la vida y dentro de ese fracaso para apoyar la normalidad.
Los estigmas asociados con el trastorno mental son genéricos y generalizados. ¿Cómo se transmite: “Todavía estoy aquí … y aún tengo personalidad” contra las fuerzas tórridas de tener una etiqueta de diagnóstico mental?
Afortunadamente, las actitudes están cambiando cada vez más desde la concienciación de que las complejidades mentales afectan a 1 de cada 4 de nosotros. Pero para esa persona, tal vez, ser etiquetado de manera diferente requiera configuración para permitir una mejor gestión de su salud, por lo que se logra mejor la capacidad de interactuar de manera transparente.
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