Por supuesto, siempre depende del maestro, pero las artes marciales tradicionales requieren ejercer disciplina y control sobre las emociones y la técnica. Cada técnica, golpe y patada se realiza de forma precisa.
Los golpes y patadas de artes marciales no son naturales, instintivos o intuitivos. Aprender la forma correcta de posicionar el cuerpo para golpear con el puño, el codo, la rodilla o el pie implica una repetición múltiple y tediosa para adquirir la forma y la dinámica enseñadas por el instructor.
Las emociones deben ser controladas. El inicio y el final del combate implica inclinarse para mostrar respeto al oponente, independientemente de lo agresivo que sea el intercambio durante el encuentro.
A los estudiantes se les enseña a contener el miedo y la ira. Los ojos deben mantenerse abiertos para bloquear y contraatacar, suprimiendo la tendencia más natural a encogerse y alejarse de un golpe fuerte o una patada rápida. El miedo hace que las técnicas se degraden y se vuelvan lentas e inciertas.
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La ira está reinando. Nadie puede entrenar eficazmente cuando está enojado o fuera de control porque la técnica sufre y luego el estudiante está luchando en lugar de hacer el arte marcial. Las artes marciales tradicionales no se trata de la fuerza bruta. Se trata del tiempo, la distancia, la velocidad y la técnica adecuada para crear fuerza.
Los estudiantes de artes marciales aprenden sobre la autodisciplina, la gratificación tardía a través de un largo tiempo dedicado a la práctica repetitiva y la supresión de emociones contraproducentes. Todo valioso.