Por supuesto, la respuesta es no.
Después de leer la pregunta y reflexionar sobre ella, el pensamiento vino a la mente en cuanto a por qué algunas personas pueden o podrían creer que la ansiedad y la depresión es un signo de debilidad.
En la película Patton, el General está visitando un hospital de campaña y se encuentra con un soldado con lo que se denominó entonces fatiga de combate (o choque de concha). El soldado dice que ya no puede más y empieza a llorar. Patton (George C. Scott) lo abofetea y grita: “No eres más que un cobarde de vientre amarillo”. Lo compara con todos los valientes soldados heridos y continúa gritándole. “Vas a ir al frente”.
Las actitudes y creencias de Patton siguen vivas y funcionando en muchas personas. La respuesta a la depresión y la ansiedad (o las adicciones para el caso) es seguir adelante, enfrentar su miedo, controlarlo, salir de él. Nuestra lengua está plagada de lugares comunes que nos dicen que, en muchas palabras, que La voluntad y la fuerza de carácter es lo que define a una persona.
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Estoy pensando en Audie Murphy, ganadora de la Medalla de Honor del Congreso y, la soldado más condecorada de la Segunda Guerra Mundial. Sus hazañas de valentía y coraje fueron sobresalientes.
Durmió con una pistola cargada debajo de la almohada, se volvió alcohólico y, a veces, se iba a casa, se acostaba, se acurrucaba en posición fetal y sollozaba incontrolablemente. La ansiedad y la depresión persiguieron a Murphy durante la mayor parte de su vida adulta.
La depresión clínica y la ansiedad son enemigos implacables y formidables. Si nunca has tenido que luchar con ninguno de los dos y los conoces solo desde afuera mirando hacia adentro, es fácil verlos como sentimientos primitivos y oscuros que son opcionales.
Las personas que padecen estos trastornos conocen su fuerza y tenacidad. Nuestra sociedad y cultura analizan la depresión y la ansiedad y las interpretan a partir de las dos narrativas principales disponibles. Creo que muchos de nosotros, independientemente de nuestra experiencia con ansiedad y depresión, somos propensos a sospechar que tal vez si tuviéramos los cojones, podríamos fortalecernos nuevamente.
La ironía final es que, si no tenemos cuidado, podemos culparnos por nuestras propias enfermedades, o al menos preguntarnos por qué persisten. Si no tenemos cuidado podemos negociar nuestra dignidad y autoestima.