Esa es una reacción común. Nos comparamos con los demás, juzgándolos a ellos y a nosotros mismos. No es una reacción útil. Cada vez que estamos descontentos, señala un malentendido sobre la vida y su propósito.
La felicidad suele ser un cambio momentáneo debido a algún evento externo. La infelicidad, en su caso, también es causada por un evento externo. Si queremos ser más felices y no reaccionar mal a los eventos externos, debemos cultivar la alegría, un sentido espiritual de bienestar.
La alegría a menudo se refiere a un proceso interno saludable que coloca al individuo en una mejor posición para ver los eventos negativos como algo educativo y no como una tragedia. Entonces, ¿cómo podemos alcanzar la alegría?
Todos estamos en un camino espiritual, nos veamos a nosotros mismos como personas religiosas o no. Si usamos la analogía de un camino físico que recorremos a lo largo de nuestras vidas, podemos imaginar que algunas secciones pueden ser rocosas o montañosas, otras pueden ser suaves y cuesta abajo. Si nuestro enfoque está en una meta que es más grande que nosotros mismos, entonces podemos estar felices porque estamos progresando hacia ella.
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Entonces, la pregunta se convierte en: cómo encontrar una meta que sea lo suficientemente grande como para que nos brinde alegría durante toda nuestra vida. Aquí es donde la meditación es de gran beneficio. Si meditas regularmente, identificarás tu objetivo. Será único para ti. No uses el objetivo de otra persona. Puede ser una meta espiritual, o puede ser un servicio para la humanidad.
Si no quiere meditar, busque otro proceso que implique una profunda introspección que le permita ver más allá de las restricciones culturales que se le han impuesto. Necesitas entender quién eres realmente y esencialmente.