No son odiados por todos. Pero un gran número de sus conciudadanos los resienten, sí.
En primer lugar, se reconoce ampliamente que los ricos de hoy en día a menudo no son innovadores, sino personas afortunadas que se enriquecieron con el movimiento del papel. Son banqueros (en una época en la que los banqueros casi trastornan a toda la economía), corredores de inversión y similares.
Luego está la tendencia de los súper ricos a usar mal su riqueza para obtener poder personal. Pueden comprar influencia, amenazar a otros y hacer del sistema legal su propio patio de recreo personal en lugar de una institución de nivelación. A menudo se asocian con compañías que trabajan en el exterior, recortan empleos, se retiran bruscamente y se declaran en bancarrota sin pensarlo dos veces. Pueden arruinar vidas no contadas sin pagar ninguna multa.
Y luego está el problema del jinete libre. Los muy ricos hacen uso de nuestros activos comunes, pero luego se niegan a pagar su parte justa por ellos. El resto de nosotros mantenemos universidades, escuelas públicas, carreteras, fuerzas policiales, sistemas de atención médica y muchas más cosas que los ricos usan, pero luego exigen impuestos más bajos. Nos mienten acerca de cómo los beneficios fiscales “se filtrarán” al resto de la población, cuando no hay evidencia de que tal cosa realmente sucederá.
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Los ricos también tienden a hacer fortunas en la desgracia de los demás. Donald Trump ha reconocido que el desplome del mercado inmobiliario le permitió recuperar propiedades por una fracción de su valor anterior, sin importar que la miseria humana fue lo que lo hizo posible.
Finalmente, los ricos de hoy son distantes y, aparentemente, a menudo no tienen ni idea de cómo debemos vivir los demás. Se mudan a mansiones en comunidades cerradas lejos de aquellos que hacen posible esas vidas. Se convencen a sí mismos de que son seres superiores.
Ahora, no todos los millonarios o multimillonarios tienen estas fallas, pero sí lo suficiente para hacer que la gran mayoría de sus conciudadanos se resientan. El mito de que los ricos merecen su riqueza se está desvaneciendo en Estados Unidos, donde se ha prolongado durante tanto tiempo. Warren Buffett ha acuñado la frase “club de esperma afortunado” y es apropiado.