Se pierde poco lo que vale la pena mantener: preocupación, ansiedad y miedo (incluso miedo a la muerte). Pierdes un sentido falso de ti mismo, una forma de pensamiento, una construcción mental. Pierdes un papel con el que juegas y te identificas.
¿Qué es la individualidad, de todos modos? ¿Es un conjunto de recuerdos, deseos, experiencias? No, no lo es. Cambian con el tiempo, porque siempre están relacionados con eventos externos y otras personas, que también cambian. Sin embargo, el “yo” sigue siendo el mismo. Lo que cambia es el objeto, la experiencia o el rol con el que nos identificamos. Y eso nos lleva a la identidad, que a menudo se malinterpreta como individualidad. Perder la individualidad no es perder identidad. Cuando pierdes tu individualidad, sigues siendo todavía tú, pero esta vez en un nivel superior. En última instancia, encuentras tu Ser.
Esto se verifica por la ciencia a través del llamado condensado de Bose-Einstein, un estado agregado a temperaturas cercanas al cero absoluto. Cosas extrañas pasan con la materia en estas condiciones inusuales. Los átomos parecen perder su individualidad y mantener su identidad, de modo que se ven y se comportan como un átomo gigante: un estado de coherencia absoluta.
Piénsalo: ¿sigues siendo “tú” si cambias tu nombre? ¿O tu género? ¿Ciudadanía? ¿Religión? ¿Un partido político? ¿Sigues siendo “tú” si, accidentalmente, pierdes un brazo o una pierna? ¿Hay una parte particular de tu cuerpo en la que reside el “tú”? Las personas tienen todo tipo de trasplantes en sus cuerpos, y aún tienen la misma sensación de “yo-ness”. Así que el yo real no está en el cuerpo.
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Esto también es apoyado por la filosofía. Entre los innumerables pasajes escritos a lo largo de los siglos, encuentro este en particular de Allan Watts en El libro del tabú contra saber quién eres más convincente:
La ego-ficción no es de ninguna manera esencial para el individuo, para el organismo humano total, en el cumplimiento y la expresión de su individualidad. Porque cada individuo es una manifestación única del Todo, ya que cada rama es una extensión particular del árbol. Para manifestar la individualidad, cada rama debe tener una conexión sensible con el árbol, al igual que nuestros dedos diferenciados y en movimiento independientes deben tener una conexión sensible con todo el cuerpo. El punto, que difícilmente puede repetirse con demasiada frecuencia, es que la diferenciación no es la separación. La cabeza y los pies son diferentes, pero no están separados, y aunque el hombre no está conectado con el universo exactamente por la misma relación física que la rama con el árbol o los pies con la cabeza, sin embargo está conectado, y por las relaciones físicas de complejidad fascinante. La muerte del individuo no es desconexión sino simplemente retirada. El cadáver es como una huella o un eco: la huella en disolución de algo que el Sí mismo ha dejado de hacer.