Hay terapias y hay terapias.
El tipo de terapia que se describe (y se burlaba) de la televisión y las películas todo el tiempo es la “Terapia Rogeriana” desarrollada por Carl Rogers. Esa es la que el terapeuta se inclina hacia adelante en su asiento (por lo que parece interesado) y hace “escucha activa”:
Cliente: “¡A veces me gustaría estar muerto!”
Terapeuta: “Entonces … lo que oigo decir es que hay momentos en que desearías no estar vivo”.
Cliente: “Uh … Sí”.
(Estoy medio bromeando con estos diálogos, pero obtendrás el punto).
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Los terapeutas rogerianos usualmente responden preguntas con preguntas:
Cliente: “¿Qué debo hacer?”
Terapeuta: “¿Qué crees que deberías hacer?”
Cliente: “¿Encuentra un terapeuta que pueda responder una pregunta simple?”
Los rogerianos son los que hacen esa pregunta estúpida:
“¿Cómo te hizo sentir eso?”
Los terapeutas rogerianos son los clásicos “agarradores”. No importa lo que diga o haga un cliente, el terapeuta entiende.
Cliente: “He tenido malos pensamientos sobre niños pequeños”.
Terapeuta: “¿Y cómo te hace sentir eso?”
Cliente: “Bueno … cachonda!”
Terapeuta: “Entiendo. Cuéntame más …”
La terapia rogeriana es popular porque no lleva tiempo aprender y el terapeuta no se hace responsable de nada, ya que su tratamiento es muy pasivo.
Otras terapias tienden a ser más directivas. Cuando un cliente me pregunta qué debe hacer, lo ayudo activamente a identificar cuáles son sus opciones. Luego examinamos los beneficios y consecuencias de cada elección. Depende del cliente decidir qué opción tiene más sentido.
La terapia de Roger viene con dos grandes problemas: dura una eternidad y es totalmente ineficaz con la depresión, la ansiedad y los delincuentes sexuales. Para poder trabajar de manera rápida y efectiva con personas, un terapeuta debe estar capacitado en suficientes modalidades de tratamiento para poder tratar a la mayoría de los tipos de personas para la mayoría de las enfermedades mentales.