Me asombran las cualidades específicas de la conciencia humana:
1. Estética: la profundidad y la riqueza de los patrones que se pueden experimentar, la variedad de cualidades sensoriales, tanto interiores como exteriores, cada una con su misteriosa capacidad de explicar y orientar nuestra experiencia.
2. Participación: Más allá de ser meros espectadores sensoriales, entendemos que estamos directamente involucrados en nuestro mundo. Podemos influir en partes de él voluntariamente, podemos controlar lo que hacemos y pensar, aunque esto parezca violar nuestra comprensión del universo físico como un sistema determinista. ¿Cómo y por qué debería tal sentimiento de participación y presencia estar en una máquina universal autocrática?
3. Correlaciones: en todos los lugares donde centramos nuestra atención, encontramos los mismos tipos de características y pistas que pueden guiarnos a la comprensión; simetría, conciliaciones cíclicas o en forma de onda, similitudes y meta-similitudes, sincronización, etc. El universo entero parece estar lleno de la promesa de comprensión y conocimiento, no solo por un método epistemológico, sino por muchos. Los temas cosmológicos que se remontan a miles de años en las tradiciones místicas parecen rimar de alguna manera con los entendimientos contemporáneos en física y matemáticas.
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En cuanto al hecho de cualquier conciencia (el Problema difícil), no estoy especialmente sorprendido porque no creo que se pueda imaginar que exista nada sin asumir un cierto nivel de conciencia (la mayoría de las personas que discuten contra el Problema difícil no lo hacen). Parece que están conscientes de que están asumiendo algún nivel de conciencia en la “existencia” de la materia).
Me sorprendería más si pudiera imaginar la forma en que algo podría existir sin este tipo de suposición de conciencia. Decir que hay polvo es decir que hay una presentación en la que se prefiere una perspectiva macroscópica de migajas muy pequeñas a una perspectiva microscópica de grandes bloques de polvo o agrupaciones de moléculas en movimiento o condiciones de flujo cuántico. Sin la perspectiva del sujeto táctil y visual para unir el polvo como un conjunto particular de cualidades experimentadas, el polvo es solo un silencio invisible que de alguna manera contiene el potencial para ser descrito a través de varias modalidades de detección e interacción. Sin cuerpo para encontrar resistencia en ocupar el mismo espacio que el polvo, o chocar con él, no hay definición del polvo.
En consideración a esto, entonces, diría que no somos necesariamente el polvo lo que piensa, sino que somos igualmente pensamientos o experiencias que se ven a sí mismos como polvo. La simetría de esta relatividad sujeto-objeto parece ser dinámica y participativa más que fija. Decidimos cuánto esperamos un universo de polvo que piensa accidentalmente o un universo sin accidentes en el que el polvo es solo un tipo de experiencia, y nuestra expectativa parece contribuir a lo que podemos descubrir y entender. Ambos enfoques parecen conducir a certezas autocumplidas, pero en formas opuestas. El enfoque mecanicista occidental gana un mundo de conductas deterministas pero a un costo de perder la intuición, el sentido común y, finalmente, la conciencia misma. El enfoque animista oriental gana un mundo de importancia personal, pero a un costo de tener que depender cada vez más de la fe y la negación ingenuas, hasta el punto de negar la realidad del mundo.