¿Has visto lo pacíficamente que duerme un niño en el regazo de su padre, incluso en un ruidoso y abarrotado tren local? El ajetreo molesta a todos, pero no al niño, debido a su fe implícita en la protección de sus padres. Todos nosotros nos esforzamos diligentemente para superar nuestros muchos temores: financieros, familiares, sociales, académicos y físicos. Sin embargo, las medidas de seguridad necesarias, como los seguros, los cascos, las alarmas de timbre, los controles de salud no nos liberan de una desconcertante sensación de inseguridad dentro de nosotros. ¿Por qué? Los textos védicos explican que todo temor se origina en una concepción material de la vida desequilibrada e irrealista. El aspecto material de nuestra vida tiene su importancia; Necesitamos alimentar, vestir, alojar y proveer para nosotros y para nuestros seres queridos. Sin embargo, Krishna explica en el Bhagavadgita (16.10) que cuando buscamos nuestro sentido de identidad, autoestima, seguridad y placer exclusivamente de nuestras posiciones materiales y posesiones, nos abrimos al miedo. ¿Por qué? Debido a que el reino material se caracteriza por cambios constantes e impredecibles, que a menudo amenazan con destruir o dañar lo que nos es querido. Nos preparamos para enfrentar algunos de los cambios pequeños, predecibles y controlables, pero aún así tememos consciente o inconscientemente los cambios enormes, impredecibles e incontrolables. ¿Hay alguna manera de superar este miedo profundo?
Cuanto más cambian las cosas, más necesitamos aceptar las cosas que no cambian. El Bhagavadgit a ( 2.14) describe: “De lo material, no hay resistencia y de lo espiritual, no hay cesación”. Más allá de la etapa de la actividad material que preocupa a nuestra mente, se encuentra un vasto e inexplorado reino de tranquilidad espiritual. Somos seres espirituales, almas, originarios del mundo espiritual, el reino de Dios, que es nuestro padre eterno y amoroso. Actualmente estamos ocupando cuerpos materiales y habitando este mundo material. Cuanto más armonizamos con nuestra naturaleza espiritual, más intrépidos nos volvemos. Comprender que somos, en nuestro núcleo, espirituales y, por lo tanto, indestructibles, nos llena de una seguridad inquebrantable; reconocemos que los trastornos mundanos que afectan a nuestros activos materiales no tienen ningún poder para lastimarnos. Además, comprender que un Dios benévolo está en última instancia organizando todos los acontecimientos materiales nos ayuda a ver el orden en medio del cambio, el plan en medio del caos.
La tecnología más práctica y potente para equiparnos con una visión estable de esta realidad espiritual es el sonido divino. Al cantar los santos nombres de Dios de buena fe como el mantra Hare Krishna, experimentamos progresivamente nuestra propia identidad espiritual y la presencia y guía protectora de Dios en nuestra vida. Cuanto más enriquecemos nuestra fe al cantar, más aumenta nuestra devoción por Krishna. Y cuando hacemos del trabajo de nuestra vida una ofrenda devocional para Su servicio, nos centramos más en el objeto de nuestro servicio, Dios, que en su fruto, el resultado material inmediato. Este cambio de enfoque libera grandes reservas de energía mental, que son sofocadas por nuestra preocupación por el futuro. El canto nos da la tranquilidad de ver que la mayoría de los temores son imaginarios, no reales. Cuanto más nos liberemos del miedo al futuro, más podremos absorbernos completamente en nuestros deberes presentes. Así, los principios y prácticas espirituales también nos dan poder materialmente; Podemos utilizar mejor nuestros talentos materiales y, por lo tanto, ejecutar mejor nuestros deberes materiales. En última instancia, la espiritualidad es la única forma de conquistar el mayor de los temores: la muerte. Para un devoto maduro, la muerte no es una terminación temerosa de la existencia, sino una reunión gozosa con Dios en su morada eterna.
Por lo tanto, al igual que el niño permanece en paz en medio del caos, estemos tranquilos en medio de altibajos al empoderarnos con devoción espiritual.
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