La depresión es una dolencia física provocada por ineficiencias en sustancias químicas llamadas neurotransmisores. A veces tiene un componente “eléctrico” donde los impulsos eléctricos naturales necesarios para la función cognitiva normal no están sincronizados. La pregunta no está clara en cuanto a si está preguntando qué opciones conlleva la depresión, qué procesos de pensamiento conlleva vivir con depresión o qué impulso lleva a alguien a buscar ayuda para remediar la depresión. Nadie elige la depresión.
Los eventos desafortunados en la vida de uno pueden precipitar todo, desde un estado de ánimo sombrío hasta una perspectiva miserable. Pero esos no son la depresión. La depresión es cuando su bioquímica, ya sea en casos más leves, hace que usted se retire de su mejor presencia mental y se resigne a aislarse, o en casos más difíciles ingrese en circuitos obsesivos donde refuerza los sentimientos negativos, amplifica las frustraciones y porque es así. De naturaleza física, no puedes dejar de pensar en la compulsión de recorrer el patrón. Esto termina aislando a los enfermos también porque se vuelven tóxicos por estar cerca.
Uno debe tratar la mente como un órgano biológico que está funcionando mal. Malditas supersticiones y temores de estigmatización. Hubo una revolución a fines de la década de 1980 que volvió a dibujar la forma en que se tratan la depresión y otras enfermedades mentales. La terapia de conversación freudiana está terminada, la psicofarmacología está disponible. Un psiquiatra es un doctor en medicina, un médico con licencia para tratar la fisiología del cerebro y la mente. Él o ella trabajará con el paciente para encontrar medicamentos que aborden el déficit en el sistema electroquímico que nos permita pensar y sentir en un sentido de bienestar. La terapia de conversación es la provincia de los psicólogos de doctorado que brindan una vez más para hablar sobre los problemas. En mi opinión, uno debe trabajar con ambos y el psicólogo debe estar aliado con el psiquiatra y la discusión debe centrarse en cambios sutiles en el estado de ánimo y el comportamiento. Si encuentra un psicólogo que actúa como si estuviera compitiendo con el psiquiatra y tiene una creencia “purista” de que la medicina es incorrecta o innecesaria, despídase. Estos no son los días en que la medicina se limitaba a cubrir el sistema nervioso central con un sedante o aumentar su estado de ánimo con una parte superior. Los medicamentos de hoy funcionan contra la corriente del sistema nervioso central donde se registran nuestros sentimientos. Al limitar el tratamiento a los neurotransmisores en el cerebro, la medicina puede permitir la recuperación de la obsesión por los patrones y, o la lenta retirada de la vida social que experimentan las personas con condiciones depresivas de bajo nivel, como la “distimia”. La medicina, cuando se hace correctamente, debe ser transparente y nunca debe ser una presencia controladora en el sistema, no debe confundirse con los antipsicóticos, que SON los medicamentos que someten a un paciente con una enfermedad mental agitada.
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