Los ataques de pánico son episodios de miedo intenso o aprehensión. Los que sufren a menudo reportan una sensación de morir, asfixiarse o volverse loco. También pueden sentir que están teniendo un ataque cardíaco o están a punto de desmayarse. Los ataques de pánico generalmente comienzan abruptamente, alcanzan su punto máximo en 10 minutos y terminan en 30 minutos.
Sabemos bastante sobre la fisiología de un ataque de pánico, pero lo que sucede en el cerebro sigue siendo más esquivo. Recientemente, los investigadores han comenzado a comprender cómo un ataque de pánico afecta nuestra química cerebral.
Normalmente, cuando las personas se sienten estresadas, su sistema nervioso simpático se acelera, liberando energía y preparando al cuerpo para la acción. El cuerpo luego se estabiliza a un estado más tranquilo cuando el sistema nervioso parasimpático se activa. Si el sistema nervioso parasimpático es de alguna manera incapaz de hacer su trabajo, una persona puede permanecer encendida y experimentar el aumento de la característica de un ataque de pánico.
Los investigadores han descubierto ciertas regiones del cerebro que se vuelven hiperactivas durante un ataque de pánico. Estas regiones incluyen la amígdala, que regula las respuestas emocionales de una persona, y partes del examen intermedio, que regula una serie de funciones, incluida la regulación del dolor. Un estudio realizado por científicos del Centro Wellcome Trust para Neuroimágenes en el University College London utilizó imágenes por resonancia magnética funcional para identificar la actividad en regiones específicas del cerebro que se activan cuando una persona siente una amenaza inminente. A saber, la actividad se encontró en un área del cerebro medio llamada gris periacueductal, una región que provoca las respuestas defensivas del cuerpo, como congelación, carrera y corazón acelerado. El Dr. Dean Mobbs, el autor principal del estudio, escribió: “Cuando nuestros mecanismos de defensa funcionan mal, esto puede resultar en una exageración excesiva de la amenaza, lo que lleva a un aumento de la ansiedad y, en casos extremos, al pánico”.
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Identificando las regiones del cerebro involucradas en ataques de pánico, estudios como estos mejoran nuestra comprensión de los trastornos relacionados con la ansiedad y, a su vez, ayudan a los investigadores a encontrar mejores tratamientos.