Aunque la introversión y el trastorno de ansiedad social pueden parecer relacionados al principio, son, de hecho, dos juegos de pelota completamente diferentes. Existe una línea divisoria crucial entre los dos, que es invisible, no identificada o desconocida para la gente en general. Por lo tanto, le recomendamos que no presuma ninguno de los dos hasta que, a menos que un profesional certificado en salud mental haya evaluado o diagnosticado el mismo.
Permítanos responder a su pregunta detallando brevemente la diferencia entre los dos términos:
La introversión es un rasgo de la personalidad caracterizado por la vacilación en mezclarse, hablar o interactuar con nuevas personas o una gran reunión. Es un atributo innato de la personalidad, e incluso los niños pequeños también pueden verse exhibiendo un comportamiento introvertido estando cómodos solos o en compañía de personas conocidas solamente. Del mismo modo, la mayoría de los introvertidos adultos pueden verse relajados y contentos en su soledad, ocupados con sus libros o música.
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Por otro lado, la ansiedad social se desarrolla cuando una persona se siente inferior, incompetente e incapaz, y teme que otras personas la juzguen, principalmente debido a una experiencia pasada. Las personas con ansiedad social no necesariamente prefieren la soledad, pero se sienten cómodos dentro de su propio grupo de confidentes, en lugar de una gran reunión. Curiosamente, una persona que sufre de ansiedad social puede ser extrovertida por naturaleza, y todo introvertido puede no desarrollar un trastorno de ansiedad social.
Dicho esto, nos gustaría resaltar que ser introvertido es parte de la naturaleza y no un signo de preocupación. Sin embargo, tener ansiedad social a veces puede ser problemático, ya que puede interrumpir la vida cotidiana. Por lo tanto, es mejor recomendar la orientación de un profesional calificado para la evaluación adecuada de los síntomas y el inicio oportuno del tratamiento. Afortunadamente, la ansiedad social es una condición tratable, por lo que no se debe preocuparse si se hace un diagnóstico. En su lugar, él o ella debe abordar la situación con una mente abierta, seguir el tratamiento recomendado y practicar el cuidado personal para garantizar un viaje exitoso hacia la recuperación.
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